viernes, 10 de junio de 2011

LA ROMERÍA DE LA VIRGEN DE LUNA


Por PEDRO JOSE CABEZAS
Este año la Romería de la Virgen de Luna se celebra en junio. Concretamente, el lunes, 13 de junio, día de San Antonio. Y ello, y el presumible buen tiempo, cuando ya las mieses están doradas y las amapolas nos muestran sus vistosos tonos rojos, repercutirán en que el peregrinar de los jarotes hacia el Santuario de La Jara sea masivo en busca de Su Venerada Señora.
Es una maravillosa delicia comprobar cómo cada vez que la Virgen de Luna, Patrona de Villanueva de Córdoba, ha de regresar a su pueblo, una auténtica muchedumbre se encamina hacia su Ermita para oír la Palabra de Dios, para pasar unas horas de convivencia y, posteriormente, para acompañar a la Reverenciada Imagen de la Madre de vuelta a casa.
Una vez en la explanada de la Ermita, y después de haber escuchado la Santa Misa, que cada año se me antoja más multitudinaria, prueba evidente del fervor que el pueblo jarote siente hacia Su Patrona, es la hora de dar rienda suelta a cabalgaduras, carretas, carrozas y también a la alegría para que el encuentro con la Virgen se convierta en una fiesta que reúne a los paisanos residentes y ausentes en un abrazo de amistad fraternal.
Quizá lo más emotivo de la Romería sea ese anhelado encuentro entre jarotes, que sirve para estrechar, más si cabe, los lazos afectivos, y como ocasión para referir vicisitudes y anécdotas vividas durante el tiempo que ha durado la separación.
La Virgen de Luna está envuelta en un divino halo de magia, en un aura de gracia, en una grandiosa aureola de majestuosidad, que hacen que en el día de la Romería se olviden las viejas rencillas, si es que las hubiere, y que todos, como una gran familia, nos sentemos a la sombra de las centenarias encinas, a degustar la exquisita tortilla de patatas y el delicioso lechón regados por los excelentes caldos de la tierra.
En esos momentos todo se nos antoja regocijo y las madres de muchos hogares no pueden evitar que las lágrimas de alegría afloren a su rostro al comprobar que sus seres queridos han vuelto para compartir mantel y viandas y es cuando comprenden mejor a la Madre Eterna, a la Virgen de Luna (Madre de madres), y la inmensa dicha que debe sentir la Señora al ver a sus hijos formando una piña en su derredor.
La tarde va cayendo en la Jara y se aproxima la hora de volver a Villanueva de Córdoba. Los romeros se aprestan a seguir a la Señora y el camino se torna más gozoso de vuelta a casa, impregnado de regocijo y animado por innumerables cánticos de júbilo. Una luz, una paz interior, una sensación de inmenso bienestar guía a los romeros, a sabiendas de que van acompañados por la Divina Presencia de la Adorada Patrona.
Cuando la Señora, la Virgen de Luna, llega a su destino y enfila el Regajito, camino de la iglesia de San Miguel, que ha venido a recibirla con los máximos honores, el cielo ya es de un precioso tono violeta, surcado por el sonoro, polícromo y variopinto colorido de innumerables cohetes y por el incesante tañer de las campanas de todas las iglesias de Villanueva de Córdoba, que no consiguen acallar un grito, multitudinario, unánime, estruendoso, atronador, nacido de todos los corazones y gargantas al unísono:
¡ Viva la Virgen de Luna ¡ ¡ Virgen de Luna, Guapa ¡ ¡ Y Jarota, Jarota, Jarota ¡

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