lunes, 25 de julio de 2011

La Feria

PEDRO JOSÉ CABEZAS

Soplan aires festivos y Villanueva de Córdoba se engalana, un año más, para celebrar con la grandiosidad que la ocasión requiere la Feria y Fiestas en honor de Su Patrón, San Miguel.

La Feria de Villanueva de Córdoba, como tengo escrito en otras crónicas, no es una feria más de las que, por estas fechas, menudean en la geografía española, sino que, debido a la especial idiosincrasia jarota, no ha perdido un ápice de su originalidad, resplandor y jovialidad a lo largo del tiempo y, de esta guisa, mantiene la frescura primigenia con que fue ideada cuando todavía era poco más que unas simples reuniones donde se formalizaban “los tratos” de compra/venta de ganado.

Me gusta pasear por el Real de la Feria de mañana e impregnarme de su aroma peculiar, cuando, recién regado, huele a tierra mojada y a las reminiscencias de la alegre algazara de la noche anterior. Es un aroma característico que me habla de cosas propias, de impresiones singulares, de momentos inolvidables. Son instantes de tranquilidad y sosiego que me remiten a lo más profundo de mi identidad como jarote.

Luego, con la llegada del mediodía, vendrán la alegría, el bullicio, el alboroque, los ufanos cánticos y sones andaluces, acompañados, no puede ser de otra manera, por las exquisitas tapas que ofrece la variada repostería jarota y por las cañas de cerveza fría o las copas de finos y olorosos caldos de la tierra.

Pero la Feria, aparte de todo esto, es un sentimiento, una emoción. Una emoción que se evidencia dentro del corazón cuando recibimos con los brazos abiertos a los paisanos ausentes y les brindamos nuestro abrazo de cariño fraternal. Solamente por estos entrañables encuentros merece la pena con holgura disfrutar de un acontecimiento social de esta categoría y magnitud.

Y hablando de sentimientos, en nuestra Feria es imprescindible el tributo desinteresado y emocionado de admiración a nuestros mayores. En ellos habita la base, la raíz, la génesis, el fundamento de todos los valores positivos que las jarotas y jarotes atesoramos. Y a ellos les debemos la sabiduría popular, que es la más auténtica, así como nuestro permanente homenaje de respeto y cariño.

Cariño sin condiciones se le ha de profesar a la guapísima mujer jarota. Supone una auténtica gozada ser privilegiado testigo de cómo cada vez más mujeres de nuestro pueblo se incorporan a la vida laboral alternándola con las faenas y quehaceres domésticos, lo cual equivale a un doble esfuerzo. La mujer jarota tiene una belleza especial, un encanto singular, una aureola de exquisitez y distinción que da la tierra y que las valoriza y diferencia del resto de las féminas, sin obviar, como hemos mencionado, la desenvoltura con que ejercen cualquier profesión de mediana o alta capacitación.

No me olvido, en modo alguno, de la juventud. De esa juventud, divino tesoro, en quien tantas y tan fundadas esperanzas mantenemos depositadas en aras de que Villanueva de Córdoba sea, a cada día que pase, un pueblo más digno, más culto, más honrado y más envidiable. En las manos de la bendita juventud está forjar y consolidar estos trascendentales valores para que constituyan los pilares del futuro desarrollo, progreso y bienestar de nuestra querida villa.

Al alcalde entrante, Francisco Javier Arenas Vacas, y a su equipo de gobierno, les deseo toda clase de aciertos que redunden positivamente en el auge, expansión y prosperidad a todos los niveles (social, cultural, económico, deportivo…) de Villanueva de Córdoba. Estoy convencido de que, aunando esfuerzos, resulta mucho más fácil conseguir objetivos que a priori parecen inalcanzables que no a través de las discrepancias, los antagonismos y las disensiones. A fin de cuentas, lo que se persigue es el bien común y de ningún modo los intereses particulares de partido o las preferencias oligárquicas de unos pocos, sean del color político que fueren.

Vaya por delante también, sin que quede en el tintero, mi sincero agradecimiento a las fuerzas de orden público, tanto Policía Municipal como Guardia Civil, sin cuya encomiable labor no sería posible que un evento de estas características transcurriera por los cauces de normalidad, distensión, buena armonía y modales correctos que se requieren.

La Feria jarota, en fin, es una explosión de alegría, un estallido de júbilo espectacular, un conglomerado de sensaciones maravillosas que invaden nuestro espíritu. Estoy seguro de que el Patrón, San Miguel, respaldado por la Virgen de Luna, la Patrona, aprobará de buen grado que el sano alborozo, las buenas vibraciones y el risueño divertimento campen a sus anchas estos días por el magnífico recinto ferial y que se enseñoreen de este maravilloso pueblo llamado Villanueva de Córdoba.

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