miércoles, 12 de septiembre de 2012

La Feria de Villanueva de Córdoba

LA FERIA

PEDRO JOSÉ CABEZAS

Llegan los albores del mes de Agosto y Villanueva de Córdoba se engalana un año más para celebrar, como es debido y manda la tradición, la Feria y Fiestas en honor de su Patrón, San Miguel.

La Feria de Villanueva de Córdoba, esto resulta más que notorio y evidente, no es otra feria  cualquiera de las que por estas fechas estivales abundan, se prodigan y menudean en la geografía andaluza, sino que, como consecuencia de la muy peculiar idiosincrasia jarota, conserva su carisma especial, su identidad particular y esa serie de características auténticas, primigenias y originarias, con las que fuera ornamentada en los antañazos del tiempo cuando no revestía más transcendencia que la de reunir a los interesados en aquellos antiguos “tratos” cuya principal finalidad era la de formalizar la compra/venta de ganado. 


Quizá sea mi modo de ver/mirar las cosas, pero me encanta pasear por el Real de la Feria de buena mañana, cuando se puede percibir el olor a tierra recién regada y se respira ese sosiego, esa paz, esa calma chicha, que se produce después de un gran estruendo, de una enorme algazara, de una jovial algarabía. Es una manera, la mía, de identificarme con el paisaje, con mi tierra, con mis vivencias, con mi gente, con mis apetencias.

Luego, con la llegada del mediodía, el chisporroteo bullicioso de los cánticos en las casetas, la alegría desbordada y las ufanas algaradas vendrán a  espertarme de este dulce letargo, de esta placentera ensoñación, de este premeditado sopor. Es la hora del tapeo y, por tanto, de degustar las excelencias culinarias que la suculenta, apetitosa y variada gastronomía jarota nos oferta, acompañadas, lógicamente, de esos vinos finos tan afamados de Andalucía.

La Feria, no hay que olvidarlo nunca, constituye una serie de sentimientos ancestrales, una fusión de emociones contenidas en el tiempo y en el espacio. Cuando se produce el hermanamiento, el encuentro entre jarotes residentes y ausentes, a todos los cuales saludo muy afablemente, una alegría irresistible estalla por acá y por acullá, los abrazos se tornan reiterativos y frecuentes y las emociones afloran, incontenibles, sinceras y diáfanas.

Y ya que hacemos mención a las emociones, en nuestra Feria es indispensable el
tributo espontáneo, emotivo y generoso de reconocimiento y admiración hacia nuestros mayores. No en balde ellos son los genuinos portadores, los innegables transmisores, de cuantos valores positivos y de alto nivel atesoramos las jarotas y los jarotes. Hacia ellos, pues, nuestro sempiterno y permanente homenaje de respeto, admiración y cariño.

Cariño sin paliativos ni disculpas es el que se le ha de brindar a la guapísima mujer jarota. Se me alegra el alma con intensidad al comprobar fehacientemente cómo cada vez más mujeres de nuestra villa se incorporan e interesan por la vida laboral, alternándola con las tareas y quehaceres domésticos, lo cual, como es sabido, equivale a una doble brega. La mujer jarota posee una belleza especial, un aura singular, un encanto acentuado por la distinción y por la exquisitez que únicamente se produce en esta bendita tierra y que las ensalza, valoriza y diferencia de las restantes féminas, sin obviar, como hemos apuntado, la competencia, inteligencia y aptitud con que ejercen cualquier profesión de mediano o alto nivel de capacitación.

Es de justicia mencionar también a la juventud. Esa sana, noble y cordial juventud/divino tesoro, en quien tan numerosas y merecidas esperanzas tenemos depositadas en pos de que Villanueva de Córdoba sea, con el transcurrir del tiempo, un pueblo cada vez más loable, más culto y más digno. Precisamente en las manos de la bendita juventud está el moldear y fortalecer estos notabilísimos valores para que se erijan en sólidos pilares donde se asiente el futuro progreso, desarrollo y bienestar de nuestra muy querida villa.

Al alcalde, Francisco Javier Arenas Vacas, le manifiesto públicamente mi más sincero y personal agradecimiento por la publicación por parte del Ayuntamiento de mi quinto libro, “Las 15 Líneas-Segunda Entrega”, y le deseo, tanto a él individualmente como a su equipo de gobierno, toda clase de parabienes y aciertos que repercutan de forma efectiva en el progreso, en el auge y en la prosperidad en todos los ámbitos de un pueblo tan importante y de una tradición histórica, cultural y literaria tan contrastada como lo es Villanueva de Córdoba.

No dejo en el tintero tampoco mi veraz gratitud a las fuerzas de orden público, tanto Policía Municipal como Guardia Civil, sin cuya encomiable y abnegada labor sería de todo punto imposible que un evento de estas peculiaridades transcurriera por los cauces de distensión, buena armonía y normalidad que son requeridos para la perfecta convivencia en general.

La Feria jarota, escribámoslo a la postre, es un estallido incontenible de  emociones, una grandiosa explosión de júbilo, un amasijo de sensaciones maravillosas y mágicas que se apoderan de nosotros y nos invaden interiormente. Hagamos votos, pues, tendentes a que el Patrón, San Miguel, en cuyo honor se celebra este evento, respaldado por la Virgen de Luna, la Patrona, permitan que el sano divertimento, las buenas sensaciones y el risueño alborozo campen a sus anchas de uno a otro confín del espléndido recinto del Real de la Feria y sirvan de acicate, de incentivo y de estímulo para una total cordialidad entre cuantos por estos días disfrutamos de las soberbias ofertas de ocio y de las estupendas posibilidades positivas de toda índole que siempre brinda este magnífico pueblo llamado Villanueva de Córdoba.

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