jueves, 5 de septiembre de 2013

LA FERIA


PEDRO JOSÉ CABEZAS
Parece que está en el ambiente. Se presiente. Flota en el aire. Apenas alborea el mes de agosto, Villanueva de Córdoba luce sus mejores galas para celebrar, como es debido y manda la tradición, la Feria y Fiestas en honor de su excelso Patrón, San Miguel.
La Feria de Villanueva de Córdoba, hay que recalcarlo, no es otra feria más de las que animan por estas fechas muchos pueblos y ciudades del mapa andaluz, sino que, debido a la muy peculiar y característica idiosincrasia jarota, conserva una especial identidad propia, un carisma particular que la hace única, preservando todos los matices de que fuera revestida en los antañazos del tiempo cuando su principal finalidad era la de reunir a los interesados para formalizar los antiguos y discutidos “tratos” de compra/venta de ganado.
Me encanta pasear por el Real de la Feria de buena mañana, empapándome bien del olor a tierra recién regada y de ese tranquilo sosiego, de esa calma contenida, de esa paz temporal que se percibe después de una noche de ufana algarabía, de enorme estruendo, de jovial algazara. Se me antoja una excelente manera, la mía propia, de identificarme con lo que me rodea, mi paisaje, mi tierra, mis amigos y vecinos, mis vivencias.
Luego, con la arribada del mediodía, la alegría se desborda y se generaliza. Las bulliciosas casetas, atestadas de gente con ganas de divertirse, hierven de buen humor y de estupenda avenencia. Es la hora del tapeo y nada mejor que reponer energías degustando las exquisitas excelencias culinarias de la variada, apetitosa y sublime gastronomía jarota, acompañadas, obviamente, de esos olorosos, finos y ricos caldos de Andalucía.
La Feria, tengámoslo en cuenta, presupone una serie de fuertes sensaciones difíciles de describir, un nexo de unión indisoluble en el tiempo y en el espacio, un conjunto de sentimientos ancestrales. Cuando se produce, pues, el encuentro entre jarotes residentes y ausentes, a todos los cuales saludo muy efusivamente desde estas páginas, una alegría indescriptible estalla por acá y acullá, los abrazos se prodigan generosamente y las emociones afloran de modo incontenible, diáfano y sincero.
Y ya que mencionamos las emociones, en nuestra Feria, sin lugar a dudas, es indispensable el homenaje veraz, noble y generoso de reconocimiento y admiración hacia nuestros mayores. Ellos son los auténticos, genuinos y verdaderos portadores, los incuestionables transmisores, de cuantas cualidades positivas atesoramos las jarotas y los jarotes. Hacia ellos, pues, nuestro perseverante y desinteresado homenaje de respeto y cariño.
Cariño sin paliativos ni circunloquios es el que se le ha de dispensar a la bellísima mujer jarota. Se me alegra con intensidad el corazón al verificar fehacientemente cómo, a cada día que pasa, más mujeres de nuestra villa se incorporan a la vida laboral/profesional, alternándola con las labores y ocupaciones domésticas, lo cual, como es bien sabido, equivale a un doble trajín. La mujer jarota posee una belleza particular, un aura especial, un singular encanto realzado por la excelencia y por la distinción que, creo yo, únicamente se produce en esta bendita tierra y que las encomia y ensalza, sin dejar en el tintero ni obviar, como se apunta más arriba, la aptitud, competencia y disponibilidad con que ejercen cualquier profesión que exija una mediana o alta capacitación.
No me olvido de la juventud. Esa loable, sana y cordial juventud/divino tesoro, en quien tan fundadas, merecidas y numerosas ilusiones recaen en aras de que Villanueva de Córdoba consiga ser, con el devenir de los años, un pueblo cada vez más elogiable, más culto y más digno. En sus manos y en sus proyectos está consolidar y fortalecer los valores necesarios donde se fundamenten las bases del futuro bienestar y el desarrollo en todos los aspectos de nuestra querida villa.
Al alcalde, Francisco Javier Arenas Vacas, y a su equipo de gobierno les deseo sinceramente toda clase de aciertos positivos en aras del progreso, la prosperidad, el auge y el crecimiento en todas las vertientes de un pueblo tan destacado y de una tradición histórica, cultural y literaria tan acentuada como lo es Villanueva de Córdoba.
No paso por alto tampoco mi veraz gratitud a las fuerzas de orden público, tanto Policía Municipal como Guardia Civil, que hacen posible, con su abnegada y encomiable labor, que un evento de estas características transcurra por los cauces de normalidad, buena armonía y distensión que son imprescindibles para una perfecta convivencia festiva.
La Feria jarota, escribámoslo sin ambages, es una grandiosa explosión de júbilo, un estallido incontrolado de emociones, un conglomerado de impresiones mágicas y fantásticas que se adueñan de nosotros y nos endulzan interiormente. Hagamos votos, pues, tendentes a que el Patrón, San Miguel Arcángel, en cuyo honor se celebra este acontecimiento lúdico, respaldado por la infinita bondad de nuestra Patrona, la Virgen de Luna, permitan que el risueño alborozo, las buenas sensaciones y el saludable divertimento dibujen un panorama de absoluta cordialidad de punta a cabo del animado recinto del Real de la Feria y sirvan de acicate y de estímulo para una total armonía entre cuantos por estos días disfrutamos de las magníficas ofertas de ocio que nos brinda este maravilloso pueblo llamado Villanueva de Córdoba.

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