PEDRO JOSÉ CABEZAS
La Feria de
Villanueva de Córdoba, hay que recalcarlo, no es otra feria más de
las que animan por estas fechas muchos pueblos y ciudades del mapa
andaluz, sino que, debido a la muy peculiar y característica
idiosincrasia jarota, conserva una especial identidad propia, un
carisma particular que la hace única, preservando todos los matices
de que fuera revestida en los antañazos del tiempo cuando su
principal finalidad era la de reunir a los interesados para
formalizar los antiguos y discutidos “tratos” de compra/venta de
ganado.
Me encanta pasear por
el Real de la Feria de buena mañana, empapándome bien del olor a
tierra recién regada y de ese tranquilo sosiego, de esa calma
contenida, de esa paz temporal que se percibe después de una noche
de ufana algarabía, de enorme estruendo, de jovial algazara. Se me
antoja una excelente manera, la mía propia, de identificarme con lo
que me rodea, mi paisaje, mi tierra, mis amigos y vecinos, mis
vivencias.
Luego, con la
arribada del mediodía, la alegría se desborda y se generaliza. Las
bulliciosas casetas, atestadas de gente con ganas de divertirse,
hierven de buen humor y de estupenda avenencia. Es la hora del tapeo
y nada mejor que reponer energías degustando las exquisitas
excelencias culinarias de la variada, apetitosa y sublime gastronomía
jarota, acompañadas, obviamente, de esos olorosos, finos y ricos
caldos de Andalucía.
La Feria, tengámoslo
en cuenta, presupone una serie de fuertes sensaciones difíciles de
describir, un nexo de unión indisoluble en el tiempo y en el
espacio, un conjunto de sentimientos ancestrales. Cuando se produce,
pues, el encuentro entre jarotes residentes y ausentes, a todos los
cuales saludo muy efusivamente desde estas páginas, una alegría
indescriptible estalla por acá y acullá, los abrazos se prodigan
generosamente y las emociones afloran de modo incontenible, diáfano
y sincero.
Y ya que mencionamos
las emociones, en nuestra Feria, sin lugar a dudas, es indispensable
el homenaje veraz, noble y generoso de reconocimiento y admiración
hacia nuestros mayores. Ellos son los auténticos, genuinos y
verdaderos portadores, los incuestionables transmisores, de cuantas
cualidades positivas atesoramos las jarotas y los jarotes. Hacia
ellos, pues, nuestro perseverante y desinteresado homenaje de respeto
y cariño.
Cariño sin
paliativos ni circunloquios es el que se le ha de dispensar a la
bellísima mujer jarota. Se me alegra con intensidad el corazón al
verificar fehacientemente cómo, a cada día que pasa, más mujeres
de nuestra villa se incorporan a la vida laboral/profesional,
alternándola con las labores y ocupaciones domésticas, lo cual,
como es bien sabido, equivale a un doble trajín. La mujer jarota
posee una belleza particular, un aura especial, un singular encanto
realzado por la excelencia y por la distinción que, creo yo,
únicamente se produce en esta bendita tierra y que las encomia y
ensalza, sin dejar en el tintero ni obviar, como se apunta más
arriba, la aptitud, competencia y disponibilidad con que ejercen
cualquier profesión que exija una mediana o alta capacitación.
No me olvido de la
juventud. Esa loable, sana y cordial juventud/divino tesoro, en quien
tan fundadas, merecidas y numerosas ilusiones recaen en aras de que
Villanueva de Córdoba consiga ser, con el devenir de los años, un
pueblo cada vez más elogiable, más culto y más digno. En sus manos
y en sus proyectos está consolidar y fortalecer los valores
necesarios donde se fundamenten las bases del futuro bienestar y el
desarrollo en todos los aspectos de nuestra querida villa.
Al alcalde, Francisco
Javier Arenas Vacas, y a su equipo de gobierno les deseo sinceramente
toda clase de aciertos positivos en aras del progreso, la
prosperidad, el auge y el crecimiento en todas las vertientes de un
pueblo tan destacado y de una tradición histórica, cultural y
literaria tan acentuada como lo es Villanueva de Córdoba.
No paso por alto
tampoco mi veraz gratitud a las fuerzas de orden público, tanto
Policía Municipal como Guardia Civil, que hacen posible, con su
abnegada y encomiable labor, que un evento de estas características
transcurra por los cauces de normalidad, buena armonía y distensión
que son imprescindibles para una perfecta convivencia festiva.
La Feria jarota,
escribámoslo sin ambages, es una grandiosa explosión de júbilo, un
estallido incontrolado de emociones, un conglomerado de impresiones
mágicas y fantásticas que se adueñan de nosotros y nos endulzan
interiormente. Hagamos votos, pues, tendentes a que el Patrón, San
Miguel Arcángel, en cuyo honor se celebra este acontecimiento
lúdico, respaldado por la infinita bondad de nuestra Patrona, la
Virgen de Luna, permitan que el risueño alborozo, las buenas
sensaciones y el saludable divertimento dibujen un panorama de
absoluta cordialidad de punta a cabo del animado recinto del Real de
la Feria y sirvan de acicate y de estímulo para una total armonía
entre cuantos por estos días disfrutamos de las magníficas ofertas
de ocio que nos brinda este maravilloso pueblo llamado Villanueva de
Córdoba.
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